Un 27 de maig de l’any 1983, el President Pujol assistia a la Hermandad Gallega de la ciutat de Mollet, en el marc de la IV Festa Popular de les Nacionalitats i les Regions. El President Pujol va dedicar unes paraules defensant l’encaix dels nouvinguts gallecs, i d’altres pobles espanyols, dins la societat catalana, va demanar a tothom, sobretot als més joves, treballar i esforçar-se per aprendre català i esdevenir autèntics catalans. La importància de les paraules del President és notòria, doncs, si volem tenir un futur nacional assegurat, d’existència futura, és imprescindible dotar-se d’una societat verdaderament cohesionada, integrada en el marc de la cultura catalana. A continuació trobareu les paraules del President Jordi Pujol:
“Casi somos de la familia, porque este baile que hoy han bailado aquí en la Sala Fivaller me lo sé de memoria, ya que es la tercera vez que lo veo, en poco tiempo. Está muy bien. Como decía Casado, casi somos de la familia, ya que nos vemos a menudo; hay algunos de los chicos y chicas de esos, por ejemplo, hay un par de estos chicos pequeños, morenos, que bailan muy bien, con mucho entusiasmo. O sea que, como les decía, ya casi somos de la familia. Por lo tanto, yo y mi mujer nos sentimos muy a gusto aquí esta noche con ustedes y hemos estado también muy a gusto con ustedes esta tarde.
Por otra parte, estamos a gusto porque, realmente, las relaciones que hemos tenido de pueblo a pueblo, Galicia-Catalunya, y de Institución a Institución, Xunta-Generalitat, han sido siempre unas relaciones –la de pueblo a pueblo desde hace siglos y de las de Xunta-Generalitat hace poco–, realmente muy cordiales y muy positivas y espero con auténtico placer anticipado, por así decirlo, el día en que podré devolver la visita que el Presidente de la Xunta hizo –ustedes lo saben perfectamente– en el pasado mes de marzo. Ahora, a cierta distancia, estábamos comentando con Casado que, para mí, personalmente –y no lo digo ahora para alagarles–, el tema de la cultura y de la lengua y de la voluntad de defensa de la propia identidad de Galicia han sido siempre muy interesantes. Me acuerdo que hace muchos años leí un libro de un gran enamorado de Galicia, un catalán, que se llama Casas Ribó, y allí, por primera vez, leí los nombres de Castelao, de Risco, de Otero, esos grandes nombres de la cultura y de la política gallega, y ahora nombres, como el de Bóveda, el de Cabanillas y el de Otero y, por supuesto, el del propio Castelao. O sea que no solamente Galicia, sino también lo que ha sido la voluntad de recuperación de su propia identidad como pueblo durante este siglo XX, a partir de los años quince o los años veinte, es algo que para mí ha sido familiar.
Confío, por lo tanto, que en este viaje no solamente podré entrar en contacto con esta vieja y antigua, muy antigua tradición gallega, sino, además, con esta más moderna, pero, en realidad, asentada en esta vieja tradición, esta voluntad de defender la propia identidad.
Por otra parte, ha existido siempre una relación fácil, cordial entre los gallegos, que ha habido en Catalunya, y el resto de la sociedad catalana. Hay una anécdota que indica el espíritu de superación, de trabajo, de pensar que las dificultades no se resuelven sólo pidiendo subsidios, ayudas, sino trabajando como sea. Ustedes tienen aquí, en Catalunya, un gallego, a mi entender muy notable, un caballero, un personaje técnicamente muy considerado dentro de su ramo, que es el director del Banco de España, Víctor Moro. Pues Víctor Moro un día me decía que iba al Banco de España y se detuvo en la Rambla para que le limpiaran los zapatos. Bueno, el hombre se sentó y vino un limpiabotas que empezó a limpiarle los zapatos. Y se dijo: <
Ese espíritu, que es muy gallego, encaja muy bien con lo que ha planteado antes Casassas, cuando ha dicho que uno de los temas que nosotros tenemos aquí en Catalunya, junto al de la lengua y la cultura, es el de entender este nuevo concepto de lo que es el trabajo y la vida social. En este sentido hay, como este ejemplo de Víctor Moro pone muy bien de manifiesto, unos puntos de contacto que hacen que la incorporación, el entendimiento y la colaboración entre gallegos y catalanes sea la mejor.
Quisiera aprovechar esta cena y estos pequeños comentarios para incidir ahora en un tema que para nosotros es absolutamente esencial. Catalunya es un país que ha crecido mucho durante los últimos 20 o 25 años de una forma muy desordenada. Y, además, por un aporte muy importante de personas no nacidas en Catalunya. Por ese mismo desorden y por la circunstancia del momento, ha nacido de una forma poco armónica, con graves problemas urbanísticos, de comunicación entre las gentes, de barrios encerrados en sí mismos, no bien comunicados con la traba clásica tradicional de las poblaciones catalanas, que, además, ahora, vive un momento de crisis profunda, la más profunda que hay en España, porque, en realidad, la crisis que tenemos en estos momentos, en un componente muy importante, es una crisis industrial que afecta a las zonas industriales y, por lo tanto, afecta a Catalunya y, sobre todo, a las zonas industriales de Catalunya, especialmente a las zonas del cinturón industrial de Barcelona. Por lo tanto, es un país en el cual hay una diversidad lingüística, gentes de procedencia cultural distinta y, en consecuencia, si en este país no hacemos un esfuerzo importante para que sea un país pensado en función de todos cuantos viven y trabajan aquí, de todos los conciudadanos de Catalunya, si no hiciéramos este esfuerzo, nosotros crearíamos un grave riesgo de fracaso en nuestra convivencia, de ruptura en nuestra comunidad.
Y pienso que sería bueno decir que, no solamente tiene que haber la buena voluntad de que esta convivencia exista, sino que, además, tiene que haber un rechazo de todo lo que represente un intento de crear una ruptura o de destruir esta convivencia, venga de donde venga. Yo tengo la convicción de que esta voluntad de convivencia existe; de que a lo mejor no existe, a veces en ciertos sectores políticos, pero que en el pueblo, es decir, en las mujeres que van a la plaza, los niños que van a la escuela, los hombres que van al trabajo y los jóvenes, chicos y chicas, que van a las discotecas –para decir cuatro actos de vida cotidiana muy difundida, muy generalizada–, hoy, básicamente, esa convivencia existe. Y eso es una bendición de Dios. En parte es debido a que el pueblo de Catalunya, todo el pueblo de Catalunya, todos cuantos viven y trabajan en Catalunya han dicho que la convivencia es más importante que cualquier otra cosa. Y eso es bueno. Y hay que mantenerlo contra quien sea y como sea. En ese sentido, yo comentaba con la señora Alcaldesa que es absolutamente esencial que el Gobierno Autónomo catalán sienta un especial interés –y pienso que lo hacemos, y ahora no estamos en época electoral; por lo tanto, si lo digo, es porque pienso que lo puedo decir honestamente–, haga un especial esfuerzo en favor de estas zonas de crecimiento rápido, desordenado, como es el de la ciudad de Mollet, una de tantas en todo ese cinturón de Barcelona. Porque, si en algún sitio hay que hacer un esfuerzo para la creación de lo que podríamos llamar la trama social, la infraestructura social, para que se produzcan las condiciones elementales de bienestar y de equilibrio, es precisamente en esta zona. Tenemos en Cataluña dos grandes zonas deficitarias: ésta y algunas comarcas rurales absolutamente decadentes. Si en algún sitio tenemos que hacer un esfuerzo, es en estas comarcas rurales, alejadas, perdidas y, sobre todo, en ese gran cinturón.
Pero, además de esto, hay que hacer este gran esfuerzo que decíamos de convivencia. A mí, me ha satisfecho muchísimo el poder asistir hoy a esta fiesta de ustedes, porque representa la constatación de la vida, de la vitalidad, en ese caso, concretamente, de la Hermandad Gallega de Mollet. Es bueno que esta vitalidad se conserve. Algunos de ustedes saben, por ejemplo, –ahora estoy viendo un distinguido jotero delante de mí–, el interés con que hemos seguido esa vitalidad; ese, por una parte, ser o ir siendo poco a poco, a través de las generaciones, catalán, pero, al mismo tiempo, ser capaz de mantener viva esa tradición y estas raíces. Es esto que hemos visto tantas veces, por ejemplo, en el Centro Aragonés de Sarriá; o bien, en este caso, en la Hermandad Gallega, concretamente, aquí. Celebro, digo, que se conserve esta vitalidad y, al mismo tiempo, este penetrar en la trama, en la mentalidad; es decir, esta mezcla, por así decirlo, de encontrarnos con tantas personas de esos centros muy perfectamente enteradas de Catalunya, pero que siguen siendo de estos centros. Esto nos parece un hecho positivo y hoy, una vez más, lo hemos comprobado aquí.
Esta convivencia requiere un esfuerzo por parte de todos y Catalunya, concretamente, pide correspondencia en este sentido. Ustedes ya saben cuál es. Es, simplemente, que en un plazo de 20 o 30 años, porque eso es un proceso lento, tenemos que conseguir que las generaciones jóvenes, todas cuantas viven y trabajan en Cataluña, conozcan las dos lenguas. Para eso, tiene que jugar un papel la escuela. Y más que ahora, los medios de comunicación; pero tenemos que llegar a un momento en que las dos lenguas sean de normal uso, de un uso casi indiscriminado. Siempre habrá una lengua dominante en cada uno de nosotros; la mía será el catalán, la de muchos de ustedes será el castellano, pero, en último término, que haya una posibilidad de un uso muy indiscriminado, muy normalizado de las dos lenguas. Esto lo necesitamos. Y este esfuerzo tienen que hacerlo no sólo las personas mayores, que son gente ya muy hecha y muy definida en todos sus contornos, sino que éste es un esfuerzo que tenemos que hacer sobre las generaciones jóvenes, sobre la escuela y sobre los niños. Siempre es más difícil aprender dos lenguas que una, o tres que dos, porque, además, tenemos que procurar que nuestros hijos sepan además de castellano y catalán, francés o inglés, para estas preparados para ir por el mundo. Este es el precio que tenemos que pagar nosotros, nuestros hijos, todos. Esto también tiene muchas contrapartidas positivas, de riqueza, de enriquecimiento mutuo, de una relación más íntima, más fructífera, por así decirlo. Este es el esfuerzo que yo les pido.
Y, por supuesto, pienso que todos tenemos derecho –y ustedes, las personas no nacidas aquí, pero que viven aquí– a pedir otra cosa que es que todos, naturalmente, en primer lugar, los organismos oficiales, el Ayuntamiento de Mollet, la Generalitat tenemos que hacer todo lo que sea preciso para que éste sea un país abierto a todo el mundo, un país en el cual todo el mundo pueda sentirse realmente en su casa.
Nada más. A los de la Hermandad Gallega de Mollet, les felicito, les agradezco mucho lo que han hecho. Us agraeixo molt, als qui sou aquí, la vostra presència, aquesta confraternitat que veig que hi ha entre tanta i tanta gent de Mollet, de tota mena i de tota condició, que fa que realment existeix una comunicació dels uns amb els altres, que no hi hagi fronteres. No n’hi ha d’haver. Heu de tirar a terra totes les parets, tot allò que sigui incomprensible; heu de rebutjar tot allò que sigui un radicalisme, en un sentit o en un altre.
Nada más. Espero señor director, que en este otoño tendremos ocasión de vernos en Santiago, que podremos ver, que podré reencontrar esa vieja amiga mía que es Galicia y que, juntos, podremos escribir una nueva página, el Presidente Fernández Albor y yo mismo, todos juntos, en esta historia larga y básicamente positiva de las relaciones entre Galicia y Cataluña.”
Jordi Aragonès, historiador.
Bibliografia: Departament de la Presidència. Paraules del President de la Generalitat – V. Barcelona: Generalitat de Catalunya, 1985.</no,>